“Amar sin esperar nada a cambio”
No sé a quién se le ocurrió esta frase tan idílica. Yo discrepo en mi fuero interno cada vez que la leo o la oigo. Ya que entiendo que el que ama siempre espera ser correspondido. En caso de no serlo, deja de ser amor y se convierte en desamor. El desamor es la antítesis de la frase que cuestiono. Algo así como “amar esperando algo a cambio”. O sea, no ser correspondido. Y la verdad sea dicha, no ser correspondido es vivir con el alma rota, es sufrir dolor en estado puro, es morir en vida. No exagero, tienes que vivirlo en tus propias carnes para saber de qué hablo, y es que, lamentablemente, sólo aquellos desafortunados que se han visto avocados a padecer la destructiva decepción e impotencia que genera dicha emoción pueden llegar entender lo que describo. Es una experiencia tan dolorosa como la pérdida de un ser querido. Imagino que los químicos “causa-y-efecto” que actúan en nuestro cerebro controlando nuestras emociones, de algún modo, se ocupan de ambas situaciones de la misma forma.
Dar amor sin esperar nada a cambio cansa, desgasta, erosiona el espíritu y hace que la entidad amada se acomode a recibir sin dar nada a cambio. Para qué molestarse en amar si siempre va a ser amada. Es curioso que se considere egoísmo a la necesidad biológica de ser correspondido, cuando la actitud del que recibe sin dar nada a cambio desborda egocentrismo a mansalva. Es por ello, que el que da amor sin esperar nada a cambio, se ve abocado a realizar un acto acrobático de puro masoquismo psicológico, pues por mucho que quiera cumplir con la dogmática premisa que nos atañe, al final, la ausencia de afecto por parte del ser amado mina el altruismo alocado que le empuja a entregar su amor incondicional. Por lo que termina cuestionando los supuestos sentimientos que el ser amado le procesa. Y ¿quién quiere vivir así, en una perpetua flagelación mental por hallar la esquiva razón por la cual la entidad amada no nos corresponde en igual medida? De veras, es absurdo, mires como lo mires, la frase es resultóna pero poco efectiva.
El amor hay que ganárselo. Quid pro quo («algo por algo») Do ut des («doy para que des») Give and take («dar y recibir») This for that («esto por eso») etc. Y es que, digan lo que digan, el amor incondicional es una utopía. Todos, en mayor o menor medida, esperamos algo de los demás y el que diga lo contrario miente descaradamente. Pues el auténtico amor, a mi modo de ver, es un acto de reciprocidad. Es un intercambio de gestos, de caricias, de detalles. Es contar uno con el otro, es saber que no estás solo, es estar en comunión con otra alma, es sentir tu vida llena, en resumen, es dar y recibir.
El filósofo José Antonio Marina, define el amor como un sentimiento que satisface dos necesidades distintas, la necesidad de contar con otra persona y la necesidad de otra persona de contar con nosotros. Nos dice que éste empieza cuando nos percatamos del atractivo de alguien, y dicha percepción, despierta nuestro deseo bajo la forma de un interés desmesurado. Que dicho deseo crea una tendencia a la posesión que nos lleva a gozarnos en la susodicha, experimentando un sentimiento de alegría cuando el objeto de nuestro amor está presente, y de dolor cuando está ausente. Finalmente, aclara, que además el amor para ser auténtico debe conducir a la valoración del ser amado, a la afirmación de nuestra existencia a través del otro y al deseo de que el otro sea feliz.
Concretando, Marina J.A nos está diciendo desde un punto de vista psicológico, que el amor es reciprocidad, sexualidad, exclusividad-control, autorrealización y altruismo. Aun así, siempre habrá quien esté en desacuerdo conmigo y lo respeto. Todo en esta vida es susceptible de ser llevado a debate. Pero en lo que se refiere a mi modo de sentir, el que ama ha de obtener algo a cambio para que dicha emoción tenga una razón de ser. Ya que el amor solo puede existir si es correspondido. En caso contrario, estaremos hablando de desamor y, como acabo de exponer, no es lo mismo.