Capítulo 17
El Sendero De Las Almas
Aquí, en el Nexus. Fuente primigenia de toda forma de vida. Inverosímil lugar de tránsito en el que confluyen todas las almas que abandonan su mortaja. Ébano, Eva y yo, Damián, salimos proyectados contra un duro y polvoriento suelo, desde lo alto de la oscura boca de una gigantesca cabeza demoníaca esculpida en una enorme pared vertical de roca caliza.
– ¡Uf! Estos saltos en el espacio son cada vez más agotadores. – Les hago saber a mis compañeras apartando con la mano el polvo en suspensión que hemos generado con nuestra llegada.
– ¡No alcéis la voz! Esta zona es propiedad del mal. – Nos alerta Ébano, alzándose del suelo con agilidad y adoptando una posición defensiva. Así, luciendo sus afiladas uñas retráctiles, mira en todas las direcciones con el fin de anticiparse a posibles ataques.
Eva y yo, guardamos silencio tumbados aún en el suelo, receptivos a sus movimientos. El lugar en el que nos encontramos es árido, frío y rocoso. En la distancia se aprecian algunos arbustos de tronco oscuro y hojas negras como única vegetación. Impera una corriente de aire gélido que parece susurrar en los oídos un cántico sostenido en tono bajo profundo. Y se aprecia un ligero temblor del suelo, como si lo estuviesen perforando por debajo.
– Lo propio sería marcharse lo antes posible de este lugar, pero este ha sido un salto prolongado en el tiempo. Estoy exhausta, descansaremos por aquí. ¡Síganme!.
Eva se pone en pie, y yo intento hacer lo mismo, pero las piernas me fallan y vuelvo a caer en el polvoriento suelo.
– ¿Que te sucede? – Me pregunta Eva agachándose para ayudarme.
– No lo sé, de repente me he quedado sin fuerzas. – Le respondo preocupado.
– Deja que te ayude. – Dise Ébano, cogiéndome como si fuera de papel y cargándome en su hombro hasta una pequeña gruta oculta entre unas enormes rocas, algo apartadas de la imponente pared vertical de piedra caliza.
Ya tumbado en el citado refugio, Ébano, se sienta en la entrada a montar guardia y Eva, se tumba a mi lado, me besa en la mejilla y me abraza cerrando los ojos. Yo hago lo propio, dejándome arrullar por el susurro de las corrientes de aire y su cántico sostenido en segundo plano, de ese modo soy arrastrado por el sopor del cansancio a un profundo sueño.
Oscuridad, de pronto he vuelto a la oscuridad. Suspendido en el vacío, oigo susurros plagados de palabras que inducen al sosiego. Dichos susurros, se tornan voces que con inquietante amabilidad me invitan a sumergirme en el olvido. Sin embargo, no consiguen persuadirme.
Molestas con mi actitud, se sincronizan, aumentan el tono y perseveran en su intento de hacerme sucumbir a sus deseos. No obstante, yo, igual de perseverante, me sigo resistiendo. Por lo que éstas, en concordancia con mi nivel de oposición suben una octava y se tornan imperativas. Pero aún así, me mantengo firme.
Suben otra octava. Pasan de hablar a gritar perdiendo la sincronización. Pisándose unas a otras en un galimatías frenético y ensordecedor, pasando del acoso verbal a la intimidación en cuestión de segundos. Me invade la necesidad de taparme los oídos, pero de poco sirve, estas brotan de lo más recóndito de mi cabeza.
Experimento una intensa sensación de descenso, y en el proceso, la algarabía de gritos que acribillaban mis tímpanos, disminuyen el volumen, dando paso al silencio más absoluto. Un silencio sólo quebrado por una voz casi inaudible pero familiar que me grita: – ¡Detente Damián! ¡Detente! –
Con el eco de esas palabras retumbando en mi cabeza vuelvo en mí con extrema lentitud. Abro los párpados y, de súbito, todo se acelera frenético, bombardeándome con cientos de imágenes producto del pasado y del inverosímil presente que me está tocando vivir.
Despejada mi visión, me encuentro perplejo e inestablemente de pie, justo a un paso de entrar en la oscura boca de la gigantesca cabeza demoníaca esculpida en la pared vertical de roca caliza.
– ¡Detente! ¡No des ni un paso más! – Me grita Ébano con desesperación.
– ¿Que a pasado? – Pregunto desconcertado haciendo amago de volver a desplomarme, momento en el cual, Ébano, cogiéndome con sus poderosos y bellos brazos, evita que caiga de bruces en la oscura boca del demonio esculpido y me aleja con presteza del peligro.
– La Oscuridad te estaba reclamando. Durante un breve espacio de tiempo habitaste en ella y cree que le perteneces. Pero si hubieses entrado en ese portal ahora estarías poseído por la maldad más absoluta.
– ¿Por qué? – La interrogo sin acabar de entender lo que me está pasando.
– Porque esa es una entrada al Portal del Mal. – Me responde muy segura de sí misma.
– ¡Pero si acabamos de salir de ahí! – Insisto incrédulo.
– Efectivamente, una cosa es salir y otra muy distinta entrar. Soy la mejor de mi especie en el uso de Los Doce Portales. He dedicado toda mi vida a entenderlos. No digo que no puedan darme algún susto. Nada es predecible. Pero sí puedo asegurar que puedo usarlos con cierto grado de seguridad. Ahora, si no me crees, puedes seguir adelante, yo no estoy aquí para anteponerme a tus deseos, solo intento ayudarte. – Me aclara Ébano antes de ser interrumpidos por un grito de Eva proveniente de la gruta.
Raudos corremos a socorrerla. Encontrándola apresada por dos Súmmum que se la disputan tirando en sentidos opuestos de cada uno de sus brazos.
– ¡Deprisa! ¡Este lugar está plagado de esas incómodas criaturas! – Me insta Ébano mientras se abalanza sobre uno de ellos. Atravesándolo, tal cual espíritu, y colisionando contra una de las paredes de la gruta.
Yo sacando fuerza de la flaqueza tardo más en llegar. Pero una vez tengo a una de esas criaturas a mano, sin dudarlo, lanzo mi puño contra su cara movido por una desequilibrada necesidad de proteger a Eva. Para mi sorpresa, mi puño feroz se clava en la cara del Súmmum, estallándosela literalmente en mil pedazos. Sobrecogido intento retirarlo pero no solo no lo consigo sino que además su cráneo maltrecho empieza a agrietarse al igual que una cáscara de huevo. Por sus grietas se filtra una luz cegadora que de imprevisto comienza a introducirse en mis orificios nasales, boca y oídos, cargándome de una poderosa energía y haciéndome sentir como no me había sentido nunca.
Absorbida hasta la última partícula de luz del Súmmum, este, se desploma al suelo rompiéndose en mil pedazos. Siendo testigo de esto, el otro Súmmum, suelta a Eva de inmediato dándole un violento empujón que la hace caer al suelo y huye aterrado abriendo una brecha en el plano de esa realidad.
Sin salir de mi asombro observo mis manos que aún destellan luz, luego, sin pausa, atiendo a Eva ayudándola a incorporarse e interesándome por su estado. Ella complacida me lo agradece con un beso mientras me pregunta: – ¿Cómo has podido hacer eso? Yo intenté golpearles varias veces pero no pude. Eran intangibles.
– Lo sé. No entiendo qué ha pasado – Le aclaro en lo que me acerco a Ébano que aún se está recuperando del batacazo y le pido explicaciones: – Sé que hay cosas que no me has contado. Una de esas criaturas me dijo que solo los Súmmum pueden transportar almas y está claro que tú no eres una de ellos. Así que sigo sin entender cómo has conseguido traerme aquí. Entiendo que intentas protegerme pero ocultándome la verdad complicas más las cosas.
La bella criatura se sacude el polvo y mirándome a los ojos con sus pupilas de rojo encendido asiente con la cabeza y comienza a hablar: – Tienes razón, mereces una explicación. Pero antes hemos de partir. El tiempo apremia y viendo que vuelves a estar en forma no veo motivo para permanecer aquí exponiéndonos a más peligros.
Teniendo en cuenta lo vivido no pongo objeción alguna a su propuesta. Por lo que nos sacudimos el polvo una vez más y acto seguido nos ponemos a andar a paso ligero con Ébano a la cabeza marcando el ritmo.
Una vez alejados de la zona de peligro. Ascendiendo por un sendero escarpado donde la brisa nos golpea implacable, Ébano, comienza a hablar: – No creas todo lo que te cuenta un Súmmum, tienen una visión distorsionada de la realidad. Hacen extensible a toda su especie sus confusas experiencias personales. Siempre puede haber algún hecho o cualidad que sea común a todos, pero por lo general sus mentes son un compendio de muchas mentes. Un auténtico caos de ideas. Ten en cuenta que se alimentan de fragmentos de lo que otras criaturas sueñan.
Llegamos a un cruce, hace una pausa y sopesa un segundo que rumbo tomar antes de reanudar la marcha.
– ¿Recuerdas cuando combatí y extermine a aquella Melífera y a su vástago en la frontera de los Campos? Quizá no lo recuerdes porque tu presencia en el Nexus era muy reciente. El caso es que tuve que acabar con ella, muy a mi pesar, porque se había contaminado. Los Súmmum, son una enfermedad, una plaga que azota al Nexus. En realidad solo son una mera aglomeración de partículas de oscuridad reclamando un espacio que consideran suyo. Debido a esa frustración su virulencia hacia todo aquello que es contrario a las sombras está acabando con este mágico lugar. Recuerda que lo que salió del huevo que puso mi congénere era una criatura alvina. Así esterilizan nuestros vientres para que no sigamos propagando nuestra especie y, a la vez, aprovechan para propagar la suya por el Nexus. Como comprenderás no tenía alternativa.
Se vuelve a detener en seco alzando la mano e indicándonos que no nos movamos. Yo, la verdad sea dicha, no veo ni oigo nada, pero si esta bella criatura de cabellos verdes y ojos color rojo encendido dice que hay que detenerse y guardar silencio, lo hago sin rechistar. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que es una superviviente.
Nuevamente reanuda la marcha haciéndonos entender que ha sido una falsa alarma.
– Supongo, Damián, que te estás preguntando por qué te cuento todo esto. Te va a sonar un poco surrealista. El caso es que me expuse voluntariamente a las partículas de oscuridad con la intención de que me contaminaran. La idea era contener tu alma en un receptáculo lo suficientemente resistente como para atravesar los portales adecuados sin que se quebrara y así poder traerte sano y salvo al Nexus. Y como tu presencia aquí indica, tal cual la lleve a cabo. Una vez de vuelta, busque un refugio lejos de los campos y los enjambres e hice lo propio. Puse el letal huevo que me esterilizo sabiendo que de él surgirías tú, protegido bajo la albina costra de un Súmmum. Todo esto no ha sido un acto alocado de improvisación, al contrario, ha sido un plan minuciosamente elaborado. Fruto de cientos de fracasos. Al final no vi otra alternativa, más que la de arriesgarme a ser despreciada y sentenciada a muerte por el pueblo que gentilmente me acogió en su seno e hizo de mí lo que ahora soy. Aclarado todo, admito que te debo una disculpa. De veras que lo siento. A causa de lo que hice tus partículas han mutado. Debí prever que cruzarlas con las de un Súmmum acarrearía consecuencias, pero es que la inesperada desaparición de Madre me brindó una oportunidad perfecta para rescatarte y no la podía dejar pasar.
– ¿Cientos de fracasos? Ébano ¿Cuantas veces intentaste salvar mi vida? – Le pregunto temblando como un flan conteniendo un abrumador ataque de pánico.
– Lo dicho, Damián, cientos de veces y en todas fracasé, salvo en esta. No sé si sabrás perdonarme. – Me responde bajando la mirada avergonzada.
– No tienes que avergonzarte pequeña, has hecho más de lo que podías. – Interviene Eva apoyando su mano en el hombro de Ébano en señal de agradecimiento. Después, volviéndose hacia mí, me da un reconfortante abrazo. Pero aun así no puedo liberarme de la sensación de pánico que me domina: – ¿Entonces he muerto y vuelto a nacer cientos de veces?
– Sí, se podría ver así. – Aclara Ébano acercándose a nosotros y apartando la melena de mi cara para que pueda ver con claridad su bello rostro y continúa diciendo: – Mira, Damián, desconozco la causa, pero en un momento dado se corrompieron los protocolos de el Pilar del Cielo, afectando a todo un sector de la cámara de renovación. Madre, detectó el problema con tu primer nacimiento, y por motivos que desconozco parcheo el problema condenandote a un eterno ciclo de muerte y resurrección. Porque mientras tú existieras el sector de la cámara de renovación con los protocolos corrompidos no se activaría.
– ¿Y tú cómo sabes todo eso? – Le interrogo con cierta suspicacia. Pero ella me sonríe y aclara: – Porque mi Reina Madre así me lo contó. Yo no tengo todas las respuestas Damián. Como tú, solo soy una pieza más en este complejo puzzle. Se me encomendó traerte aquí, y con mucho sacrificio y esfuerzo lo he hecho. – En esto, Ébano se detiene en seco y exclama con satisfacción: – ¡Ah, mirad cuanta belleza! ¡He ahí El Sendero de las Almas!
Eva y yo, nos detenemos maravillados ante la divinidad de la estampa que se muestra frente a nosotros. En la distancia, casi abarcando todo el campo de visión, un gigantesco insecto de fulgurantes llamas rosáceas se mantiene suspendido en el espacio agitando sus dos enormes alas. Mientras, de su boca, brota un fabuloso sendero de luz que, recorriendo un pomposo firmamento plagado de destellos lumínicos, se pierde, transportando indistintamente infinitas almas de mujeres, hombres y niños procedentes del temido Portal de la Muerte, y los deposita en una enorme brecha más cercana a nosotros, de la que emanan calurosos destellos que fluctúan entre tonalidades amarillas y naranjas, engullendo, una tras otra, todas las almas que el sendero transporta.
– ¡Bien! ¡Es hora de volver a casa! – Comenta Ébano con entusiasmo, mientras, Eva y yo, nos cogemos de la mano con el corazón rebosante de esperanza.