Capítulo 16
La Ira De San
Oscuridad, la Sra. Santa solo ve oscuridad. Y en ella, la voz de San se abre pasa imponiéndose sobre las desasosegadas voces de su séquito de Harimaguadas: – En nada estaré contigo, querida. – Le avisa con malévolo entusiasmo, mientras ella, aún sabiendo en lo más profundo de su ser que no tiene escapatoria, lucha por hacer frente a la situación.
– ¡Sra. No se desvanezca! ¡Déjenos llevarla a la cámara de renovación! – Le pide con preocupación su seguidora de confianza. Por lo que haciendo oído a su reclamo se insta a complacerla. Con un gran esfuerzo se medio incorpora pero al segundo cae apoyando involuntariamente su cabeza en el regazo de esta. Aun así, respirando con dificultad, abre bien los ojos y lejos de rendirse pelea contra sí misma por mantenerse consciente. Sabiéndose acabada decide echar un último vistazo al dulce rostro de la joven que tanto la admira y le pregunta: – ¿Cómo te llamas?
– Esperanza, mi Sra. – Le responde la joven atónita por su inesperado interés.
– Ah, que bello y oportuno nombre. Escúchame bien, Esperanza, no sé si podré salir de esta…
– Lo hará, mi Sra., como lo ha hecho siempre. – Se apresura a decir la joven.
– No pequeña, aunque mi cuerpo se vea joven mi mente es muy vieja. Te sorprendería saber cuánto tiempo he vivido. Estoy cansada. Ya no puedo prolongar más mi existencia. Mi cuerpo ha colapsado y cuando eso pasa, sea por la razón que sea, no se puede renovar. Simplemente, es hora de morir.
– ¿Morir?¿Pero Sra. qué está diciendo? Nosotras no morimos. En cualquier caso, algo nos mata, pero no morimos porque estamos diseñadas genéticamente para ser eternas.
– Me sorprende y agrada tus conocimientos sobre nosotras. Siempre has sido una joven sobresaliente. Escucha atentamente, cuando llegue Sara hazle saber que es prioritario poner en pausa los protocolos de El Pilar del Cielo. Para ello tendréis que localizar a Novoa lo antes posible. Solo ella sabe cómo hacerlo.
– Pero Sra. esa tal Novoa es una antisistema… – Le intenta reprochar Esperanza, pero la Sra. le interrumpe haciendo un esfuerzo titánico por continuar hablando: – Haz lo que te pido, te lo ruego.
La joven, sin salir de su asombro por el cambio radical de actitud de la Sra., guarda silencio unos instantes mientras piensa que el asunto en cuestión debe ser muy grave, ya que su Sra. nunca se había dirigido a ella de ese modo, por lo que accede a su petición: – Puede descansar tranquila, así lo haré.
– No creo que pueda descansar. –Le responde la Sra. con ironía.– Ahora tú serás la nueva Sra. Santa, Esperanza. Así te lo hago saber ante tus compañeras Harimaguadas. Ellas, testigos involuntarios de lo que en esta sala acontece, darán fe de lo que he dicho, encargándose en mi nombre de tramitar la transferencia de poderes. Solo me queda agradecerte tu eterna lealtad e inquebrantable amabilidad. Siempre presente en todos nuestros encuentros. No comprendo… – Se detiene en seco al perder la conciencia en los brazos de Esperanza. Esta, sin dilación, da la orden de localizar y traer a Novoa a su presencia. En tanto, el sonido de su voz y del resto de las Harimaguadas suenan distantes como un eco lejano en la cabeza de la Sra. Santa. La cual, arrastrada sin remisión al reino de la oscuridad, es esperada por la nítida y amenazante voz de San: – ¡Oh, querida mía! No imaginas cuánto he deseado que llegara este momento.
Cae en un coma profundo sin que su séquito se percate de ello. Momento en el cual, San, se persona ante ella ataviado con su negro y deteriorado traje de neopreno. Clavándole su penetrante y perturbadora mirada. De ese modo, se acerca a ella hasta casi tocarla, y pegando su terrible rostro desfigurado por la ira al de la misma, le susurra: – Cuánto tiempo sin vernos cara a cara. ¿Me has echado de menos?
– Deja de acosarme, yo no soy responsable de las decisiones de Madre. Ella fue la que te escogió para atravesar los portales del Nexus. –Le reprocha la Sra.
– ¡Vosotras creasteis a Madre! ¡Sois responsables de todo! – Le acusa San señalándola con dedo inquisidor.
– ¡Pero ignorábamos que fuese a evolucionar de ese modo! – Se excusa sin convicción la Sra. Santa pues sabe de sobra que Madre fue diseñada desde un principio sin restricciones, para que pudiera expandir sus conocimientos sin límite alguno.
– ¡Calla zorra! ¡De tu boca solo salen mentiras elaboradas para excusar tus actos, pero nada puede redimirte de tus pecados, salvo la ira de San!
– ¡Maldita sea! ¡Sal de mi cabeza!
– ¡Ja ja ja…! ¡¿Crees que esto es un simple sueño?!… La Brecha se cierne sobre vosotras y eso hace que cambien muchas cosas. Lo que viene ahora no te va a gustar, querida, pero no podes hacer nada para impedirlo. – Dicho esto, San se gira un segundo e invita a su inseparable compañero de viaje, con un tosco gesto de su mano, a que se una a su delirante fiesta: – ¡Insaciable! Acércate, esto te va a encantar.
Acto seguido, de la oscuridad surge una criatura Súmmum que se detiene a cierta distancia observándoles con expectación. La Sra. Santa mira sorprendida a ese ser de piel albina y ojos saltones de color rojo encendido. Y San, aprovecha la distracción para agarrarla con violencia por el cuello con una de sus poderosas manos: – ¡¿Aún te sigue pareciendo que esto es un sueño?!
La Sra. Santa aterrada lucha con vana desesperación por deshacerse de su opresora tenaza.
– ¡Oh, sí, lucha, haz que me divierta contigo!
La depravada criatura Súmmum, siendo testigo de los agonizantes intentos de la Sra. Santa de zafarse de las garras de San, ríe emitiendo unas inquietantes carcajadas histéricas, mientras se revuelca por el suelo extasiada de placer irradiando una hermosa luz blanca de su cuerpo albino.
– ¡Que gozo me reporta poder robarte la vida regodeándome en tu dolor! – Le hace saber San a la Sra. en lo que desenvaina un afilado cuchillos de carnicero de su envejecido cinturón. – ¡Aún así he de contenerme! ¡Esto no es lo que deseo para ti! ¡Lo que realmente quiero es que sufras el eterno aislamiento al que me condenasteis sin piedad! – Y diciendo esto, suelta el ya amoratado cuello de la Sra. y sin darle tregua, agarra una curiosa cuerda dorada y transparente que brota del ombligo de la misma, le da dos vueltas en su mano para que no se le escape, y tensándola con un tirón brusco, la corta de un tajo con el temible cuchillo, sentenciando a posteriori: – ¡Bienvenida a la fría oscuridad!
Abatida, se siente desvanecer. Todas las harimaguadas que se encuentran en la sala perciben que algo acaba de suceder. Se crea un silencio expectante. Y en ese preciso momento, Esperanza, que aún la tiene apoyada en su regazo, la ve exhalar su último aliento de vida, ante las miradas atónitas del resto.
En ese preciso instante, en el otro extremo de la mega acrópolis Centauro, en una oscura sala circular de almacenaje de el Pilar del Cielo, se iluminan un conjunto de paneles, mostrando a media luz, unas paredes cubiertas en su totalidad por hileras de taquillas que se elevan hasta donde alcanza la vista. A una altura considerable de esa sala tubular, donde aún habitan las sombras, se abre una de ellas proyectando un haz de Luz cegador que corta la oscuridad e ilumina a modo de cáliz bendecido un recipiente en forma de campana, dentro del cual burbujea un líquido blanquecino. El silencio de la sala es roto por el zumbido de un brazo mecánico que lo extrae, desplaza y deposita en el hueco de un altar metálico que se halla justo en el centro de la planta circular de la sala. Acto seguido, éste, retorna con su monótono zumbido de vuelta a su lugar de origen. Del hueco surge un haz de luz perpendicular que asciende hasta perderse en las alturas, delatando la magnitud del lugar y las infinitas puertas de las incontables taquillas que cubren la sala circular. De forma cortante se cierra el hueco del altar dejando dentro el recipiente en forma de campana. Al segundo el conjunto de paneles se apaga, y finalmente, el silencio y la oscuridad vuelven a reinar.
De vuelta, en los aposentos de la difunta Sra. Santa, su séquito de harimaguadas balbucean desorientadas: – ¿Que ha pasado? Se ha quedado muy quieta. – Pregunta una. – Creo que ha muerto. – Comenta otra. – ¿Que es morir? – Pregunta una tercera.
– ¡Todo eso, ahora, es irrelevante jovencitas! Lamento enormemente haberme retrasado. – Les responde Novoa con su habitual actitud desenfadada, entrando sola, sin escolta, en los aposentos de la fallecida Sra. Santa como si tal cosa.
– ¡No es posible! – Exclama Esperanza, añadiendo sin salir de su asombro: – ¡Acabo de ordenar que fueran en tu busca!
– Tengo mis secretos. – Alardea Novoa antes de preguntar por Sara.
– ¡Aquí estoy! – Le responde ésta entrando en los aposentos de la Sra. Santa en compañía de las Harimaguadas que fueron en su busca. Las cuales, al ver el cuerpo inerte de su señora se anticipan apresuradas interesándose por el estado de la misma. En lo que sus compañeras de séquito les ponen al día Novoa le reprocha a Sara: – Has tardado en llegar. – Y esta le responde con resignación: – Mis acompañantes parecían no tener prisa.
Novoa le hace un gesto con la cabeza para que se acerque y bajando la voz con discreción la pone al día: – Escucha, la Sra. Santa ha muerto. Ya no podemos contar con ella. Lo bueno es que nos ha pedido que pongamos los protocolos de el Pilar del Cielo en pausa lo antes posible. Urge que nos den los salvoconductos para sortear a la guardia y los códigos para el desprecinto del edificio. No tenemos mucho tiempo.
– Eso está hecho – Contesta Sara dándose la vuelta y acercándose al grupo de afligidas Harimaguadas. Así, con amables palabras de consuelo se las apaña para integrase en el mismo y limar asperezas, con el claro objetivo de obtener los salvoconductos y los citados códigos.
A cierta distancia, manteniendo un silencio incómodo, se quedan Novoa y Esperanza. Ésta, consciente de la fama de Novoa, no puede evitar mirarla con el ceño fruncido mientras piensa: – “¿Cómo sabe lo de poner en pausa los protocolos? ¿Nos habrá estado espiando?”
Con una sonrisa traviesa Novoa le contesta mentalmente: – “Digamos que tengo cualidades especiales”
Esperanza, boquiabierta reacciona con otro pensamiento: – “¡¿Eres telepata?!”
Novoa, hace un barrido con la mirada a lo largo y ancho de los aposentos de la difunta Sra. Santa para asegurarse de que nadie se ha percatado de la silenciosa conversación y prosigue: – “No exactamente. Hay truco, pero no tenemos tiempo ahora para explicarlo. Lo que sí te pido es que, por el bien de la misión, seas discreta con esto… ¡Espera un momento!…” – Exclama Novoa deteniéndose en seco con una chispa de sorpresa en sus pupilas, y mirando a Esperanza directamente a los ojos le pregunta: – “¿Cuánto hace que no consumes Licor de Vida?”
Esperanza, se sonroja como una niña y baja la mirada un segundo y seguidamente la alza haciendo un barrido a lo largo y ancho de los aposentos de la difunta Sra. Santa como había hecho anteriormente Novoa, con el mismo fin de asegurarse de que nadie las esté observando y le responde: – “Hace mucho tiempo, de hecho, ya no recuerdo cuando. Pero si te puedo decir el porque. Desde que puedo recordar he estado al servicio de la Sra. y he sido testigo de los efectos que tiene el licor en las personas. Por lo que un día decidí dejar de consumirlo. Al principio fue duro, la necesidad de volver a consumirlo era insoportable, llegué a creer que moriría en el intento, pero no fue así. Con el tiempo me fui sintiendo mejor, es más, alcanzado un punto mi mente se expandió, tome conciencia de nuestra auténtica realidad pero no la compartí con nadie por temor a las consecuencias.”
– “Sorprendente, eres una criatura extraordinaria. ¿Quieres acompañarnos en esta cruzada?”
– “No, soy la nueva Sra. Santa. No puedo eludir mis responsabilidades. La Brecha se cierne sobre nosotras. Mi pueblo me necesita.”
– “Tu decisión te honra. No obstante, ten presente que contra la Brecha poco o nada puedes hacer, salvo huir. Todas las probabilidades indican que os vais a ver superadas por la situación. Llegado ese momento, ve al hangar 513, en él hallarás un prototipo con capacidad para unas cien personas. Las coordenadas ya están fijadas. Solo tendrías que pulsar el piloto rojo del panel principal. Es todo lo que puedo hacer por ti.
– “Hablas como si no fueses a volver”.
– “En unas horas no habrá planeta al que volver. Ahora he de partir.” – Novoa finaliza la conversación mental con una sonrisa y una leve inclinación de la cabeza, viendo que Sara abandona al abatido séquito de Harimaguadas portando en su mano los salvoconductos y los códigos. Al tiempo, Esperanza, tras devolverle a Novoa el gesto de respeto se vuelve para reunirse con su séquito cruzándose con Sara en sentido opuesto, en mitad del trayecto que las separaba, y le comenta: – Tengo fe en ti. Sé que no nos defraudaras. – Y Sara le contesta: – Cuenta con ello. Haré todo lo que sea posible por mantenerte informada. – Dicho esto se despiden continuando sus trayectos. Una se integra con sus Harimaguadas y la otra, pasando al lado de Novoa, le insta a que le siga y bromea: – Que calladas os habéis quedado las dos. Anda, vamos, ahora solo queda cumplir con el cometido. – De este modo, las dos abandonan los aposentos de la difunta Sra. Santa rumbo al Pilar del Cielo.