Sé que soy un amasijo de defectos, pero si por unos segundos pudieras ver, en su justa medida, lo que siento por ti, me verías de otro modo.
Sé, que no cubro tus expectativas. Que mi incapacidad para intuir esos pequeños detalles que tanto anhelas rompe todos tus esquemas. Pero, si pudieras abrir las puertas de mi mente y acceder a su mundo interior, comprenderías lo mucho que significas para mí, y te sentirías enajenada por mi amor.
Sé que no es fácil creer lo que te digo. Que las palabras son solo eso, palabras. Pero si fueras capaz de entender, que en mi caso, las palabras son un reflejo palpable de las emociones que residen en mí; quizá, sólo entonces, comprenderías lo que representas para mí.
Aun así, sé que siempre va a haber algo que nos separe. Algo que nos prive de nuestra mutua atención. La vida es compleja y sus constantes bombardeos de acontecimientos imprevistos, distraen y distancian más de lo estrictamente expuesto en el guión.
Creerme cuando te digo, que no puedo hacer nada al respecto. Que no tengo poder para detener la vida en un instante, aunque sueñe con hacerlo. Pues, qué bello sería regalarte un te quiero sincero, sin el ensordecedor ruido de fondo del extraño universo que ha modelado nuestra sociedad moderna. Sin nada que lo enturbie. Sin mayor resonancia que el eco de mi voz arropada por el silencio de un mundo que se nos antoja lejano. Ajeno a la tempestad que nos azota día tras día sin descanso.
Qué más podría añadir, salvo que soy, simple y llanamente, lo que ves. Un amasijo de defectos que se esfuerza en no ser la sombra del paladín que siempre esperaste, pero que nunca llegó.
Más, déjame aclararte, sin abrigar mala intención, que es probable, que el citado paladín se haya perdido en el camino de tu búsqueda. Que no poseyera ni la fuerza, ni el empuje, requeridos para subsistir en el mundo en el que habitamos tú y yo, lejos del atractivo y tentador reino de los sueños. Y añadiría para acabar, que cabe la posibilidad, de que yo, sea el individuo facultado para acometer dicha empresa. No, no aprovecho para echarme flores, pues, no sabría decirte, a ciencia cierta, si es real lo que te digo. Sin embargo, sí que puedo asegurar, sin miedo a equivocarme, que yo siempre he estado aquí, a tu lado; y él, el eterno ausente, a día de hoy, simplemente, no se ha manifestado.